Monday, November 24, 2014

EL SANDWICH



Cuando entré a la sala de la tele, fue lo primero que vi: un sandwich tirado cerca de uno de los sillones.

¿Un sandwich?
¿De dónde saldría?

Miré a mi alrededor buscando una pista.

Lo único inusual era la chamarra del amigo de mi hijo, que había venido de visita para tocar la guitarra. Era una chamarra negra, de piel.

Pensé que no tenía porque saber que su sandwich se había salido del bolsillo de su chamarra y, sin pensarlo más, lo metí en uno de los bolsillos.

Pero después dudé si el sandwich era del amigo o si era de la señora de la limpieza, quien casualmente también estaba ese día en la casa. Tal vez se le había caído a ella, así es que fui a buscarla para preguntarle.

No, el sandwich no era de ella.

Pasaron un par de horas, y cuando mi hija y yo fuimos a ver la tele, quiso mover hacia un lado la chamarra del amigo. Fue entonces que le advertí que tuviera cuidado, pues el sandwich se podría volver a caer.

Mi hija puso una cara muy extraña.

- ¿Qué? -pregunté.

La vi dudar entre hablar o no.
Yo no sabía a qué se debía ese extraño comportamiento, hasta que, finalmente, lo soltó:

- ¿Un sandwich que estaba por aquí?

Asentí, no sabiendo muy bien hacia dónde quería llegar.

- El sandwich es mío -dijo al fin.

- ¡¿Qué?! -exclamé.

Oímos pasos, alguien bajaba la escalera. Eran mi hijo y su amigo.

- Rápido, rápido -urgí a mi hija-, saca el sandwich.

Ella se apresuró a sacarlo, y estuvo a punto de no lograrlo, pues el amigo se acercó a tomar su chamarra. La levantó junto con la mano de mi hija dentro del bolsillo, pero como estaba distraído hablando con mi hijo, no notó el momento en el que la bolsita del sandwich salió, jalada apenas por una esquinita, por los dedos de mi hija.

Ella y yo nos miramos, apenas pudiendo contener la risa.

Después, durante la cena, le contamos a mi hijo la aventura del sandwich. Fue una cena muy divertida, imaginando la reacción del amigo si hubiera encontrado el sandwich en el bolsillo de su chamarra:

1. Podría creer que esa no era su chamarra.
2. Podría pensar que su mamá lo había puesto ahí.
3. Podría pensar que le habíamos visto cara de hambre.
4. Tal vez, si tenía hambre, sin importarle de dónde había salido, simplemente lo abriría y se lo comería.

Se nos ocurrieron mil posibles escenarios en torno al sandwich en el bolsillo, y desde entonces disfruto mucho el imaginar al amigo saliendo de nuestra casa, ir caminando por la calle, meter la mano en el bolsillo y descubrir que ahí hay algo extraño. Lo imagino sacando ese objeto suave y extraño del bolsillo y darse cuenta de que es un sandwich desconocido. Su cerebro intentaría en vano encontrar el origen del sandwich.

¿Desde cuándo estaría ahí?

Y el pobre cerebro vuelto loco al no encontrar ni rastro del sandwich.

¡Qué divertida escena!

Me arrepiento de haberle dicho a mi hija que lo sacara del bolsillo.


Silvia Ramírez de Aguilar P.

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